Las oficinas de arquitectura han estado en el ejercicio de profundizar en cuestionarse sobre la proyección al futuro que replantea la coyuntura tras el confinamiento y las nuevas dinámicas de cómo se vive la ciudad y el territorio. En esta ocasión, ruta4 taller de Pereira, Colombia, nos presentan su mirada sobre cómo se ejerce la profesión en el país y su replanteamiento hacia una práctica mas participativa por el beneficio de los usuarios de las comunidades. El taller de arquitectura pereirano ha expuesto ejemplares de arquitectura colaborativa como el taller de Urbanautas o la Casa Ensamble Chacarrá entre otros proyectos con los cuales han demostrado en experiencia que la arquitectura empática es una viabilidad acertada.
La ruta que abordamos inicia desde la comunidad, entendemos esta entidad como un grupo de personas con habilidades particulares que deciden juntarse por un objetivo común, ya sea en un barrio, en una plaza, en una calle o en la web. Comprendemos que somos parte de un ecosistema variable afectado de forma cíclica por crisis sociales, económicas y biológicas que permean nuestro quehacer profesional. Nos hemos hecho preguntas y hemos ejecutado acciones que han resultado en estrategias variadas donde la arquitectura es un dispositivo simbólico de participación. Le hemos dado valor a la mirada que tienen de los territorios quienes los habitan y así entablamos de forma sensible un diálogo en el que concertamos decisiones para salvaguardar las manifestaciones culturales de cada contexto.
En cada proyecto nos acompañamos de un equipo sensible a procesos de resiliencia y resistencia en el país, estamos en búsqueda de torcer la verticalidad de las decisiones propiciando sistemas horizontales con múltiples perspectivas del territorio. El tránsito que hemos hecho entre montañas y valles colombianos nos abre la percepción sobre los conflictos sociales en las comunidades, causados por un estado ausente y distante de las necesidades básicas para el buen vivir. Ha sido importante para nosotros poder agrupar distintas fuerzas y generar escenarios de participación que puedan dar respuestas a estas necesidades básicas de forma conjunta, contemplando las ciudades desde una perspectiva crítica. Hemos puesto nuestro interés principalmente en la producción de oportunidades de congregación en torno a lo cultural, lo social y político.
Estas formas ahora son puestas en jaque bajo la lupa de una realidad no esperada: el Covid-19. El confinamiento en casa pone sobre la mesa la discusión el espacio íntimo y compacto de la vivienda y replantea el concepto de espacio público.
En el caso de las comunidades marginales particularmente, se está presentando una agudización del hacinamiento causada por el encierro y la agrupación de varios núcleos familiares en una misma vivienda. Por otra parte observamos con preocupación la situación de quienes no tienen acceso a un techo y se ven ahora ante la inminencia del virus en medio de la complejidad de las calles de nuestras ciudades. Vemos con preocupación que la asignación de proyectos en el sector de vivienda por parte del estado se da exclusivamente con grandes constructoras y sirviendo a modelos inmobiliarios que con frecuencia sepultan las discusiones críticas y la participación de agentes heterogéneos en la concepción y edificación del hábitat. Los ajustados metros cuadrados definidos por estas sesgadas visiones del hogar, el barrio y la ciudad, son ahora una evidente fuente de conflictividad y deben ser revisados bajo una óptica renovada que posibilite intervenciones desde la pluralidad que caracteriza a cada lugar. Vemos necesaria la apertura de concursos u otros mecanismos que permitan que agentes que operan en otras escalas y que ostentan trayectorias diferentes (juntas de acción comunal, universidades, oficinas pequeñas de arquitectura, etc) puedan hacer parte de una transformación efectiva y progresiva de las condiciones actuales de vida de las personas.
Por otra parte, mientras los espacios de encuentro físico se desvanecen y lo público se redefine en lo digital, gran parte de la población se queda por fuera debido a la generalizada limitación de acceso a la red en el país. Ante este panorama es apremiante la implementación de estrategias pedagógicas que atiendan de manera local la necesidad de comunicación, información y aprendizaje de las poblaciones. Se deben desplegar alternativas que desde los nichos de conocimiento propicien nuevos entornos descentralizados y democráticos donde prime la participación ciudadana en la cimentación sólida de políticas estatales que contemplen la heterogeneidad de la sociedad colombiana.
Nuestro modo de abordar la cuarentena ha sido abriéndonos a la discusión global para pensar junto a varios actores y grupos las condiciones actuales de las ciudades. Estamos empleando las plataformas virtuales como ágoras de estudio, debate y propuestas. Reconocemos el privilegio de la conectividad y la gran responsabilidad que ello implica en un país como el nuestro, comprometiéndonos con avivar la utopía de mundos mejores levantados colectivamente.
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